En su búsqueda por espacios para explorar la producción orgánica, Carolina Sánchez, gerente comercial de Shanantina, se encontró con un producto que llamó su atención: el sacha inchi. Los letreros en distintas parcelas constantemente repetían ese nombre, despertando su curiosidad y llevándola a descubrir el potencial del conocido “maní del inca”. Con una determinación inquebrantable por aprender más sobre este cultivo, Carolina y su equipo se establecieron en Lamas, San Martín, donde enraizaron sus sueños y comenzaron a construir los cimientos de lo que hoy es Shanantina.

Carolina no solo encontró en el sacha inchi una oportunidad de negocio, sino también un camino hacia la sostenibilidad y la conexión con la tierra. Esta es la historia de cómo una semilla se convirtió en el corazón de una empresa comprometida con la producción orgánica y el desarrollo comunitario.